sábado, 10 de abril de 2021

¿Sólo mutamos las privilegiadas?

Autora: Rebeca Torada Máñez

 

A propósito de la obra Mutatio, de la Niñacristal, representada el pasado sábado 3 de abril en el C.C Mario Monreal:

Salgo del Mario Monreal con sentimientos encontrados. Maravillada de la capacidad de la artista de hacernos sentir, de sacudirnos, de llevarnos por sus vericuetos más viscerales e íntimos planeando entre luces y oscuridades. Me retumba la ironía sobre la soberbia que nos invade como mujeres blancas del norte cuando trasladamos nuestra cosmovisión como la hegemónica, la que vale, sobre el resto de mujeres del mundo, la inmensa mayoría. Y me duele, incluso me indigna, la ironía sobre las elecciones que, en el marco de la precariedad, hacen las mujeres. Ninguna mujer elige ser tratada, ninguna mujer elige que sobre su cuerpo, sobre su vida, se ejecute tamaña maldad, ni para prostituirla, ni para someterla al trabajo doméstico ni al agrícola, todo ello en situaciones de esclavitud.

Recuerdo que de niña, en mi primera infancia allá por los inicios de los 70, había una máxima que sin comprenderla me resultaba estremecedora: "antes que a puta ponte a servir", y ayer en el Mario Monreal me resonaba mientras la artista de Mutatio infantilizaba a las mujeres que, entre esas pocas posibilidades de supervivencia, se inclinan por la prostitución antes que por el servicio doméstico u otros empleos precarios o por la comisión de delitos. Me resultaba hiriente que frente al reclamo de derechos humanos, que es lo que son al fin y al cabo los derechos laborales, de mujeres que ejercen la prostitución, se les equipare a las mujeres que son explotadas sexualmente, que son víctimas del delito de trata de personas, que se les niegue la legitimidad a decidir por sí mismas, y que todo ello se haga en base a unas supuestas estadísticas en las que se escuda el posicionamiento abolicionista pero que parecen no servir para unas políticas serias contra la trata y la explotación sexual. No imagino a una niña diciendo que de mayor quiere ser puta, del mismo modo que no imagino a ninguna niña diciendo que de mayor quiere ser empleada doméstica, ni limpiadora, ni cajera o reponedora de supermercado, ni temporera de la fresa en Huelva, ni de ningún otro trabajo precario. Mucho menos imagino a una niña diciendo que de mayor quiere casarse con un maltratador.

Flaco favor hacemos a las mujeres si en lugar de reclamar cambios estructurales, como la abolición de la ley de extranjería, la homologación de titulaciones de sus países de origen, políticas públicas de cuidados sobre trabajo digno y no sobre cuidadoras migrantes precarias, una renta básica universal y, de fondo, resignificar el trabajo fuera del marco patriarcal y neoliberal, nos dedicamos a incrementar el estigma, las relegamos a la oscuridad y a la invisibilidad, dónde se exponen a mayores cotas de violencia y explotación.

Flaco favor nos hacemos si seguimos estigmatizando a la mujer mala frente a nosotras las buenas, las puras, las que no ponemos en juego el sexo para conseguir ingresos, pero si ponemos muchas otras dimensiones y capacidades al servicio del “mercado laboral”. Curioso que no sintamos que nos estamos vendiendo cuando ponemos nuestra inteligencia, nuestras habilidades manuales y sensoriales, nuestra fuerza, al servicio del capital, pero expresemos rotundamente que sí se venden quienes ponen su sexualidad al mismo servicio. ¡Parece que la máxima patriarcal de la sacradilad de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad campa a sus anchas!