sábado, 18 de diciembre de 2021

Feminismos y cultura terapéutica: la tiranía de las emociones

Autora: Laura Yustas
Extraído de: Catarsi Magazín
 
La historia compartida entre feminismos y psicología ha hecho que la militancia feminista sea un espacio especialmente afectado por el giro terapéutico. El carácter individual y liberal de la cultura terapéutica tiene la potencialidad de convertir las luchas sociales en autorrevisiones privadas. Repasamos algunas de las claves de este debate urgente.


Para autoras como Eva Illouz, Frank Furedi o Vanina Papalini ―entre otras―, en las últimas décadas las sociedades del capitalismo avanzado han sufrido un giro terapéutico. Para explicar qué es la cultura terapéutica, qué relación tiene con los feminismos y qué consecuencias puede generar en las luchas sociales actuales, hay que hablar de los años 60 y 70 del siglo pasado. La socióloga Eva Illouz ha explicado cómo, antes de poder decir que “lo personal es político”, la psicología y el feminismo tuvieron que inventar nada menos que la intimidad, es decir, lo personal. Y esta creación la hicieron conjuntamente, dentro de una alianza simbiótica, en especial en lo relacionado con el cuestionamiento de la familia tradicional.

Sin embargo, a lo largo de las décadas la cultura terapéutica ha supuesto la priorización de lo privado (individual y de grupo) por encima de los compromisos sociales y colectivos. Su marco cultural ha llegado a todos los ámbitos de nuestra sociedad. Como explica Illouz, la obligatoriedad de una “gestión emocional” basada en el modelo psicologista ya forma parte de la cultura popular (vía autoayuda), las instituciones, las empresas o las escuelas. A pesar de que se habla popularmente de la necesidad de desestigmatitzar la terapia, la realidad es que la cultura terapéutica es hegemónica dentro y fuera de los feminismos.

Las décadas de alianza entre psicología y feminismos han pasado factura. En la actualidad el repertorio de acciones propio de los feminismos está lleno de dinámicas terapéuticas que tienen el potencial desactivador de las luchas sociales. Rondas de sentires, psicodramas, visualización de emociones, catarsis emocionales, etc. Las dinámicas terapéuticas se han mezclado tanto con los cuidados feministas que es difícil diferenciarlos.
 

El paradigma terapéutico

El paradigma terapéutico tiene tres premisas básicas: 1. La salud mental no es fácil de conseguir; 2. El entorno de la persona suele ser la causa del sufrimiento y, por tanto, no es útil a la hora de mejorar su salud mental; 3. Tiene que ser un profesional quien ayude a la persona a llegar al estado psicológico adecuado. Nunca se está lo bastante bien como para no necesitar una introspección terapéutica, porque el proceso centrípeto es potencialmente infinito.

En el ámbito político no es inocuo que ese proceso sea un misterio para los no iniciados, ni que no pueda estar guiado por el entorno de la persona. Desde Freud, la familia se ha convertido en el espacio de sufrimiento psicológico por antonomasia. Los feminismos son críticos con la estructura familiar tradicional, el sistema cisheteropatriarcal, etc., y para esa crítica han encontrado en la psicología una aliada útil. No obstante, hay que ver más allá de los peligros de la familia y pensar en la comunidad. El feminismo comunitarista va mucho más allá de la familia nuclear y es más útil para protegernos del individualismo liberal que una simple crítica a nuestro entorno. Desposeernos de nuestra capacidad para gestionar las dificultades en comunidad no es una vía para empoderarnos, sino una estrategia liberal.

Por otro lado, para hacer funcionar este sistema la cultura terapéutica requería otro cambio social: había que convertirnos en pacientes y hacernos desconfiar de nuestra resiliencia individual y social. Este proceso se ha producido desde la consideración de los humanos como seres extremadamente vulnerables que hay que guiar y proteger para evitar su sufrimiento.
Se ha creado un nuevo modelo de vida deseable en que el 'crecimiento personal' es el centro. Ese nuevo modelo de éxito se adapta a un contexto productivo en que las habilidades subjetivas, como la gestión emocional terapéutica, han pasado a formar parte del currículum básico

En algunas comarcas del País Valencià se utiliza popularmente la expresión tener mixorro, es decir, tener una actitud afectada que funciona como un exhibicionismo de la vulnerabilidad. Cuando una persona tiene mucho mixorro se autocompadece, se siente víctima de sus circunstancias y se limita a recrearse en su sufrimiento, renunciando a actuar para cambiarlas.

Como explica Papalini, se ha creado un nuevo modelo de vida deseable en que el crecimiento personal es el centro. Ese nuevo modelo de éxito, además, se adapta a un contexto productivo en que las habilidades subjetivas, como la gestión emocional terapéutica, han pasado a formar parte del currículum básico. Papalini explica que después de este cambio las condiciones materiales ―como por ejemplo tener un buen trabajo y una familia― ya no son garantías de éxito ni de felicidad. La nueva felicidad tiene que ver con la intimidad, es decir, con el crecimiento personal. Un crecimiento que en un primer momento parecía conectado con lo social a través de las sesiones de autoconciencia feminista (consciousness), que trataban de visibilizar el sistema de opresión patriarcal, pero que hoy se ha desligado de esta vertiente política para asumir, más bien, la percepción consciente (awakeness) que proponen terapias pseudocientíficas muy extendidas dentro de los espacios militantes, como por ejemplo la terapia gestalt.

Frente a este giro terapéutico algunos autores como Gilles Deleuze, Claire Parnet o Félix Guattari propusieron alternativas dentro del movimiento de crítica a la psiquiatría y a la psicología: por ejemplo, invertir la dirección terapéutica de la acción (centrada en la interpretación del pasado y en la percepción del presente) y generar líneas de fuga. Esas líneas de fuga son un ejercicio de experimentación social, que consiste en dejar de interpretar pasado y presente y empezar a construir hacia el futuro. La producción de subjetividad se construye en la interacción. Por ejemplo, en el caso de la masculinidad en los feminismos se podría aplicar así: los hombres dejarían de reflexionar sobre la masculinidad interiorizada y empezarían a hacer las tareas necesarias para el sostenimiento de la vida. Se trataría, por lo tanto, de cambiar la interpretación por las prácticas y los ensayos que transforman de manera efectiva las relaciones sociales.


Ejemplo 1. Los cuidados feministas y la gestión emocional psicologista

En la militancia, los cuidados feministas redistribuyen las tareas feminizadas e introducen las necesidades corporales. Los cuidados feministas tendrían que estar relacionados con la redistribución del trabajo necesario para sostener las luchas y los beneficios (materiales o simbólicos) derivados, tanto de ese trabajo de sostenimiento como de la lucha en sí misma. En cambio, la psicología ha reducido el ámbito de los cuidados y ha introducido en nuestras asambleas la tiranía de las emociones. A menudo encontramos listados de recomendaciones sobre cómo hablar en espacios militantes: habla desde tu experiencia, evita los juicios, etc. Estas recomendaciones se hacen desde el deseo de generar un buen ambiente colectivo, pero son sintomáticas de la hegemonía terapéutica y reducen los cuidados a una cuestión emotiva y formal. Se pide expresamente que se hable desde la experiencia (desde el yo, desde las emociones, no desde los conocimientos racionales) y que no se emitan juicios (porque las emociones no admiten la respuesta crítica).

Esta jerarquía que pone las opiniones y las emociones por encima de los saberes y de la reflexión crítica, oculta una realidad más preocupante: la expresión individual está por encima de la crítica que podría ayudar al grupo a mejorar.
Las emociones son importantes, pero no son el centro de los cuidados feministas ni tendrían que dinamitar las asambleas. Necesitamos menos 'rondas de sentires' y más 'sesiones de evaluación' de la redistribución y de la horizontalidad de nuestros colectivos

Los cuidados feministas tendrían que ser sinónimo de co-responsabilidad material y simbólica. La expresión individual de las emociones no contribuye a esta co-responsabilidad, más allá de dar información puntual sobre cómo se sienten las personas del colectivo respecto de una u otra cuestión. Las emociones son importantes, pero no son el centro de los cuidados feministas ni tendrían que dinamitar las asambleas. Necesitamos menos rondas de sentires y más sesiones de evaluación de la redistribución y de la horizontalidad de nuestros colectivos. Menos expresión narcisista y más experimentación social. Más ternura y menos mixorro, para que la sensibilidad trabaje junto con otras estrategias.

De hecho, las emociones entendidas como autoridad irrefutable no solo están tomando las asambleas feministas, sino que también se están introduciendo en otros movimientos sociales dentro del caballo de Troya de las nuevas masculinidades, que es otro ejemplo de revisión interna que no propone líneas de fuga sino círculos concéntricos.


Ejemplo 2. Las brujas de Federici

Otro ejemplo lo encontramos en cierta lectura que se está haciendo del trabajo de Silvia Federici. Como historiadora feminista de tradición marxista, Federici ha analizado las luchas por el salario del trabajo doméstico del feminismo de la diferencia (Revolución en punto cero), o ha relacionado el nacimiento del capitalismo con la quema de brujas, la misoginia, la creación de la familia nuclear o la penalización de la anticoncepción y el aborto (Calibán y la bruja). Es decir, Federici analiza las condiciones materiales que acompañaron y justificaron la creación del mito de las brujas y la expansión de la misoginia tal y como la entendemos ahora mismo.

No dice que las brujas fueran buenas personas, que fueran feministas o que tuvieran poderes mágicos. Dice que las brujas no existían, que las inventó el proto-capitalismo con el fin de generar las condiciones materiales para su supervivencia. Sin embargo, ciertas representaciones feministas de las brujas sugieren que esas mujeres luchaban por defender su espiritualidad y unos conocimientos místicos y secretos y, así, se ha generado una defensa de las brujas mitificada y despolitizada. Este es un ejemplo de giro terapéutico. Se ha cogido un discurso basado en el estudio metódico (y científico) de la historia y en el cuestionamiento de las falacias capitalistas y patriarcales, y se ha reducido a una lucha personal por la libertad espiritual de corte liberal.

En la misma línea, se ha producido, por ejemplo, un giro terapéutico en la cultura menstrual. Hemos huido de los médicos que nos decían que nos quejábamos de dolores que no existían, y hemos caído en foros feministas en los que las compañeras nos dicen que si la regla nos duele es porque tenemos un bloqueo y no conocemos suficientemente nuestro ciclo. Hemos huido del paternalismo de la medicina para adentrarnos en nuestra propia red esotérica y culpabilizadora.


Ejemplo 3. Las actividades terapéuticas de las activistas feministas

Un tercer ejemplo es la sorprendente frecuencia con que las activistas feministas van a terapia, especialmente a terapia gestalt. También está normalizado tener coach, buscarse a sí misma en viajes a Asia, basar decisiones vitales en lecturas del tarot o creer en energías que determinan la dirección de las propias vidas. Papalini explica cómo esa espiritualidad hecha a la carta está fuertemente conectada con el individualismo liberal. En nuestro caso, aleja los feminismos de la revisión crítica de las condiciones materiales y sociales necesaria para generar transformaciones radicales como la redistribución económica.

En la lucha política, centrarse en el yo y en las emociones es dejar de lado el nosotras. Esto es así incluso cuando esa introspección se realiza en grupo, porque un grupo de personas tratando de transformarse a sí mismas también activa un privado de grupo.


Conclusiones

Las técnicas terapéuticas tienen el potencial de desactivar las luchas sociales y se han introducido como cuidados feministas, cuando realmente son una estrategia de autorreproducción de la hegemonía cultural terapéutica. La cultura terapéutica atrae porque se centra en la catarsis emocional y en la expresión de lo privado. Nos promete mejoras emocionales y felicidad, pero hay que recordar que primero nos ha hecho creer que no somos felices y ahora nos está vendiendo recetas para serlo. Si permitimos que el individualismo terapéutico continúe siendo el faro que determina la dirección de nuestras luchas, el puerto al que llegaremos será menos colectivo, más narcisista y puramente liberal.

Los feminismos necesitan separarse de la cultura terapéutica, o puede llegar a absorberlos y desactivarlos. Los cuidados feministas no consisten en lamerse las heridas, sino en construir juntas una comunidad que el individualismo y el autoritarismo de la cultura terapéutica contribuye a destruir. Vivimos en una tiranía de lo privado, que en los colectivos feministas se está traduciendo en una tiranía de la expresión emocional. En la actualidad, de hecho, los feminismos están funcionando como un núcleo que irradia hegemonía terapéutica hacia otros espacios de militancia de izquierdas. Es, en cierta medida, responsabilidad de la militancia feminista trabajar para revertir esta tendencia.



Este texto fue publicado en catalán por Catarsi Magazín y posteriormente por El Rumor de las Multitudes.

Sobre el blog El rumor de las multitudes:

La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.
En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.


domingo, 1 de agosto de 2021

Quiero dudar

Texto extraido de Quebrantando el Silencio

https://quebrantandoelsilencio.blogspot.com/2021/07/quiero-dudar.html?fbclid=IwAR0KdT7--T7bRE2n6GLAweFVvnv774_lqNOOR_a4UiIY1hYo6dEi7FGjDTI

 

No queda espacio para la duda. Así es imposible aprender nada y yo no sé el resto pero a mí me resulta vital aprender.

Si algo tengo claro es que el ser humano es curioso por naturaleza. La curiosidad es la antesala de la duda porque nos empuja a obtener respuestas, nos obliga a indagar. Ante esas respuestas surge la duda que nos impele a una mirada crítica para tratar de discernir entre las diferentes opciones. Se puede decir que esa curiosidad nos lleva inevitablemente a aprender. Por tanto, aprender forma parte de nuestro ser. Sin necesidad de caer en esencialismos, se puede decir que aprender forma parte importante de lo humano. Pero cada día aprender está más caro, la duda está prácticamente criminalizada. Vivimos en un mundo en que dudar es sinónimo de quedarse fuera, de perder. Cuando todo es competición, cuando la imagen proyectada es lo importante, la duda no tiene cabida. No puedes mostrarte débil. Hay que saber de todo o, al menos, aparentarlo. La ingente cantidad de ruido lanzado sobre nosotros a través de Internet y la velocidad a la que es posible asimilar y responder a todo eso, ha creado la ilusión de tener al alcance de la mano todo el conocimiento y la información disponible en el mundo. Automáticamente, esto nos ha convertido en potenciales expertos en cualquier tema por muy ajeno que éste sea a nuestra vida diaria. Y lamentablemente, en esta sociedad de sobreexposición permanente se siente la necesidad imperiosa de demostrarlo.

Hace años que le escuché (si no me equivoco a Carlos Taibo) la expresión “todólogos” para referirse a los personajes que opinaban sobre cualquier tema en los múltiples programas televisivos de actualidad. Daban la sensación que sabían de todo y el amplificador que suponían esos espacios televisivos reforzaba su imagen de sabios expertos. Ingenuamente pensaba que el fenómeno de los “expertos en todo” se reducía a ambientes muy específicos. Lugares como los bares, los mass media y los escalafones de los partidos políticos donde habitan sus cabezas visibles… siempre han estado repletos de gente con una necesidad imperiosa de dar su opinión sobre todo (normalmente acompañan esta necesidad con la creencia de estar en posesión de la verdad, por supuesto, su verdad que es la única).

Pero hace tiempo ya, que este fenómeno se ha expandido de manera imparable alcanzando todos los rincones de la sociedad.

No tengo nada en contra de que la gente nos informemos, más bien al contrario, me parece fantástico. Otra cosa bien distinta es formarse y aprender. Yendo más allá, todavía resultaría mucho mejor tratar de establecer algún tipo de relación entre todo esto y nuestra forma de desenvolvernos en el mundo.

Intentemos hacerlo con algún tipo de filtro crítico y escéptico antes de dar por buena cualquier teoría o hecho y su contrario. Incluso, debemos estar dispuestos a admitir que hay cuestiones que nos superan (ni que sea de momento) y que por tanto no podemos tener una opinión sólida al respecto.

Esta proliferación de “expertos en todo” es un signo de estos tiempos. Especialmente visible el fenómeno con la pandemia y todo lo que conlleva esta situación. No me importa en absoluto cuando me la encuentro en reuniones familiares, en un bar, o en el trabajo. He de admitir que incluso me divierte según cómo sea. Pero me parece mucho más preocupante cuando me la encuentro en ambientes alternativos donde se supone que el pensamiento crítico es algo importante. Me resulta especialmente triste constatar que en muchas ocasiones las personas con opiniones formadas sobre todo no hacen más que repetir argumentaciones y discursos ajenos que ni siquiera son capaces de explicar cuando se les pregunta. Lo sé porque seguramente leo las mismas páginas y los mismos textos que ellos. Nadie duda, todo el mundo cree saber todo lo que tiene que saber. No sólo eso, además se exige de los demás un claro posicionamiento. O conmigo (por supuesto, los buenos) o contra mí. La falta de espacio para la duda refuerza el bucle del dogma. La ortodoxia (sea en el sentido que sea y en el campo que sea) se convierte en algo inquebrantable. Así no hay duda perteneces a la secta o estás fuera.

Es justo en ese momento cuando todo suele terminar, porque es entonces cuando los expertos suelen acudir a los grandes tótems del asunto en cuestión que se esté tratando o, directamente, a las sacrosantas palabras de los grandes gurús de la ideología política que predomine en ese ambiente. Y claro, llegado a este punto, admito que no me he empapado las obras completas de ningún ser humano al que se le otorgue la autoridad máxima en cualquier –ismo. Así que una vez este dato salta a la palestra de una u otra forma, parece ser que automáticamente me invalida para cuestionar esos argumentos de dicho experto. En ocasiones, incluso, me convierte en sospechoso de colaboracionismo con el enemigo, reaccionario o pequeño burgués según de dónde venga la acusación.

En fin, hay tantos frentes abiertos, tantas cuestiones que nos afectan de una forma brutal y directa que resulta dificilísimo estar bien informado/formado sobre todo. Personalmente, no lo estoy pero me niego en redondo a que eso sea un motivo para tener que aceptar imposiciones argumentales o ideológicas. Vivimos momentos absolutamente inciertos y sin embargo, veo a la gente en general estar más seguro de sus creencias que nunca. Me resulta incomprensible.

Si no somos capaces de apoyarnos y fomentar la coeducación entre nosotros, si no es posible el debate sin miedo a ser excluido, si la capacidad de transmitir conocimiento y experiencia sólo se utiliza para colgarse medallitas absurdas en lugar de utilizarla para ampliar las posibilidades de revuelta, entonces todo queda reducido a la mínima expresión y nada puede suceder más allá del pequeño grupo de autoproclamados expertos. Seguir al pope o morir. O mejor todavía convertirte tú mismo en predicador de tu buena nueva, esa a la que sólo tú por una misteriosa razón tienes acceso.

viernes, 30 de julio de 2021

# G.A.T.A. - Trabajos de mejora de caminos

 

A la izquierda plantación de granados, entrando en su primer año de producción. A la derecha antigua acequia en desuso, transformada en macetero para aromáticas (lavandas).  



Primer pino germinado en uno de los micro bancales de retención, en el talud del camino.

 


Primer matorral germinado en uno de los micro bancales de retención, en el talud del camino.

 

Micro bancales de retención con materiales reciclados, en el talud del camino. 

 


Primer matorral germinado en uno de los muros de retención de piedra seca, en el talud del camino.

 

 

 Prueba de ejecución satisfactoria de banda de rodadura para el camino, a base de cantos rodados y hormigón pobre.

 

 Muros y muretes de retención del talud, con piedra seca.

 

 Muros y muretes de retención del talud, con piedra seca.

 

 

sábado, 10 de abril de 2021

¿Sólo mutamos las privilegiadas?

Autora: Rebeca Torada Máñez

 

A propósito de la obra Mutatio, de la Niñacristal, representada el pasado sábado 3 de abril en el C.C Mario Monreal:

Salgo del Mario Monreal con sentimientos encontrados. Maravillada de la capacidad de la artista de hacernos sentir, de sacudirnos, de llevarnos por sus vericuetos más viscerales e íntimos planeando entre luces y oscuridades. Me retumba la ironía sobre la soberbia que nos invade como mujeres blancas del norte cuando trasladamos nuestra cosmovisión como la hegemónica, la que vale, sobre el resto de mujeres del mundo, la inmensa mayoría. Y me duele, incluso me indigna, la ironía sobre las elecciones que, en el marco de la precariedad, hacen las mujeres. Ninguna mujer elige ser tratada, ninguna mujer elige que sobre su cuerpo, sobre su vida, se ejecute tamaña maldad, ni para prostituirla, ni para someterla al trabajo doméstico ni al agrícola, todo ello en situaciones de esclavitud.

Recuerdo que de niña, en mi primera infancia allá por los inicios de los 70, había una máxima que sin comprenderla me resultaba estremecedora: "antes que a puta ponte a servir", y ayer en el Mario Monreal me resonaba mientras la artista de Mutatio infantilizaba a las mujeres que, entre esas pocas posibilidades de supervivencia, se inclinan por la prostitución antes que por el servicio doméstico u otros empleos precarios o por la comisión de delitos. Me resultaba hiriente que frente al reclamo de derechos humanos, que es lo que son al fin y al cabo los derechos laborales, de mujeres que ejercen la prostitución, se les equipare a las mujeres que son explotadas sexualmente, que son víctimas del delito de trata de personas, que se les niegue la legitimidad a decidir por sí mismas, y que todo ello se haga en base a unas supuestas estadísticas en las que se escuda el posicionamiento abolicionista pero que parecen no servir para unas políticas serias contra la trata y la explotación sexual. No imagino a una niña diciendo que de mayor quiere ser puta, del mismo modo que no imagino a ninguna niña diciendo que de mayor quiere ser empleada doméstica, ni limpiadora, ni cajera o reponedora de supermercado, ni temporera de la fresa en Huelva, ni de ningún otro trabajo precario. Mucho menos imagino a una niña diciendo que de mayor quiere casarse con un maltratador.

Flaco favor hacemos a las mujeres si en lugar de reclamar cambios estructurales, como la abolición de la ley de extranjería, la homologación de titulaciones de sus países de origen, políticas públicas de cuidados sobre trabajo digno y no sobre cuidadoras migrantes precarias, una renta básica universal y, de fondo, resignificar el trabajo fuera del marco patriarcal y neoliberal, nos dedicamos a incrementar el estigma, las relegamos a la oscuridad y a la invisibilidad, dónde se exponen a mayores cotas de violencia y explotación.

Flaco favor nos hacemos si seguimos estigmatizando a la mujer mala frente a nosotras las buenas, las puras, las que no ponemos en juego el sexo para conseguir ingresos, pero si ponemos muchas otras dimensiones y capacidades al servicio del “mercado laboral”. Curioso que no sintamos que nos estamos vendiendo cuando ponemos nuestra inteligencia, nuestras habilidades manuales y sensoriales, nuestra fuerza, al servicio del capital, pero expresemos rotundamente que sí se venden quienes ponen su sexualidad al mismo servicio. ¡Parece que la máxima patriarcal de la sacradilad de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad campa a sus anchas!

miércoles, 31 de marzo de 2021

# G.A.T.A. - Atornallom en la Retoresa

 

Pradera en el cuarto bancal, listo para la plantación de aguacateros de otoño



Plantación de lavandas en el borde del camino.



Primera araucaria excelsa o pino de la isla Norfolk.



Primera araucaria excelsa o pino de la isla Norfolk.



Tierra para el acondicionamiento de la jardinería.

domingo, 14 de marzo de 2021

Pasar la página del 15-M: romper con la esperanza

 Texto extraido de https://www.regeneracionlibertaria.org/

Autor: Mr Brown

 

En gran medida, los intentos de análisis políticos que hacemos aquí desde hace casi ocho años giran en torno al 15-M. Por muy necesario y revitalizador que fuera, sin embargo, el 15-M no fue tanto un conjunto de logros o un único logro como un encuentro colectivo que nos ayudó a salir de la soledad y ponernos a intentar logros más reales, no de los que tienen lugar en nuestro estado de ánimo, sino en esas relaciones sociales (de clase, género, etc.) que queremos transformar.

El problema de los posibles logros no es que no los alcanzara la acampada en Sol ni las asambleas en los barrios -de las que, al menos en la ciudad Madrid, creo que sólo queda una-; ni siquiera que no los alcanzaran aquellas movilizaciones que nacieron en parte gracias a esa revitalización (mareas, marchas de la dignidad, huelgas generales) ni las organizaciones de clase (sindicatos, PAH, FAGC, bancos de alimentos, sindicatos de barrio, sindicatos de inquilinas). El mayor problema es la sensación de que la falta de logros se debe a la falta de interés de la inmensa mayoría de nuestras vecinas.

Por irritante que sea el concepto de «mayoría silenciosa» y las intenciones con que se usa, datos como los que muestran los estudios sociológicos sobre participación en huelgas, movilizaciones en general o comportamiento electoral de las personas de clase trabajadora en la región española nos dan la misma imagen que la observación particular a pie de calle: salvo honrosas excepciones, se puede decir que en conjunto la clase trabajadora no está interesada en sus derechos. No es que no les importen grandes ideales, quizá un tanto abstractos, de justicia o seguridad, es que no les interesa siquiera su propia seguridad, la propia justicia que pudiera hacerse a ellas.
Si esto de por sí es desesperante, lo es más cuando se las compara con las estadísticas de interés por escuchar música (85,5%) o ver la televisión (95,5%) partidos de fútbol (76-77%), pornografía (no conocemos datos tan concretos, pero ojead esto y esto) o series (el 85% de las encuestadas las ven y la mitad de ellas dicen que es algo importante en sus vidas).
Los únicos intereses que generan cierto consenso tienen que ver con escuchar o ver hacer cosas a otras, no con hacerlas. Los únicos vínculos que se valoran son los de pareja, amistad y familia, pero ni siquiera estos generan ningún compromiso, ¿cuántas personas se han sindicado o unido a una asamblea de vivienda, banco de alimentos, etc. como resultado de la incorporación de un familiar, amiga o pareja?

La hipótesis de Podemos, al igual que de Guanyem BCN/Barcelona en Comú y de Ahora Madrid, era que, aunque la derecha no fuera a ninguna parte y la izquierda causara miedo y, sobre todo, desconfianza, se podía crear un centro político para la clase trabajadora y la clase media.
Por poco que a algunas nos gustara la hipótesis en aquel momento, podría haber estado bien encaminada y, en ese momento, probablemente lo estaba. Podría haber habido una mayoría dispuesta al menos a favorecer con su voto un cambio político en ese sentido centrista. Ni los resultados electorales ni ninguna otra variable hacen pensar eso. La mayor parte de la clase trabajadora tiene más miedo a cualquier tipo de cambio, requiera o no esfuerzo, que al actual estado de cosas.
Nada permite suponer que exista una mayoría favorable a ningún tipo o grado de cambio político que pueda requerir algún apoyo activo o esfuerzo, por más que muchas posibilidades puedan gozar de aceptación pasiva.
Esta parece ser la realidad. Ni como personas ni como clase podemos permitirnos desesperar, pero tampoco entenderíamos que se quisiera cambiar la realidad sin aceptarla tal como es. Ciertas candidaturas políticas nos pueden pedir sonrisas, ilusión, esperanza, pero lo que necesitamos son motivos para sonreír, para tener ilusión y esperanza.
Savielly Tartakower, uno de los grandes ajedrecistas de la primera mitad del siglo XX, dijo una vez:

Táctica es saber qué hacer cuando hay algo que hacer. Estrategia es saber qué hacer cuando no hay nada que hacer.

No es la hora de rendirse, esa hora ni siquiera existe. Tampoco es tiempo de seguir dejando hipotecarnos al maldito fatalismo, sea optimista o pesimista (las dos caras de la moneda fatalista), poco importa. Es tiempo de dejar de estirar la ilusión pasada y, contra casi todo, alcanzar logros. La esperanza es el opio del pueblo, es la hora de la estrategia.